Pasión por mi trabajo.Siendo. Sintiendo. Haciendo. Viviendo. |
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Qué largo el título ¿no? Y ¿cómo ocurre esto?
Bueno, estaba pensando en ese tipo de situaciones en que tenemos a alguien cercano sufriendo por alguna razón. Muchas veces, desde fuera, vemos dónde está el problema y lo que esa persona podría hacer para mejorar. Y se lo decimos. Y muchas veces ese consejo es útil, en el sentido de que, sí, es probable que tengamos razón y que, si esa persona nos hiciera caso, su situación mejorara. Pero no nos hace caso. ¿Verdad? Es complicado. Es complicado porque no nos suele gustar que nos digan cómo hacer las cosas, sobre todo si estamos un poco nublados (o totalmente cegados) por nuestro dolor. Además, es verdad que desde fuera las posibilidades se ven más claras. Pero, desde fuera, es imposible apreciar algunas circunstancias internas, íntimas, que afectan al problema y a su solución. Eso es lo que la persona quiere transmitirnos cuando nos dice: “Sé que tienes razón, pero no puedo hacerlo”, o “Es que tú no lo entiendes”, o algo parecido. Así, lo que podría ser un buen consejo, es desoído y resulta poco útil en la práctica. Y nosotros, que queremos a esa persona y queremos lo mejor para ella, nos sentimos frustrados, quizá un poco inútiles y nos quedamos preguntándonos “¿Qué puedo hacer yo?” Muchas veces, no siempre, recomiendo a esta persona que acuda ella misma a un psicólogo. Parece un poco extraño, porque solemos pensar que si es otro quien tiene el problema, es ese otro quien debería ir ¿verdad? Y eso sería lo mejor, pero si no quiere, aún podemos hacer algo. Cuando estamos en esta situación es que debemos recordar la primera parte del título. Porque es verdad que influimos en las personas menos de lo que quisiéramos (porque no nos escucha, porque no nos hace caso, porque no sigue nuestro consejo) pero también es verdad que influimos más de lo que pensamos. ¿Cómo? Básicamente con tres cosas muy sencillas que suelen pasar inadvertidas:
Estos tres aspectos de la comunicación son muy importantes y son formas en las que influimos en los demás sin darnos cuenta. Son aspectos que se pueden trabajar en pocas sesiones (en caso de que no haya más conflictos en la relación) y que ayudan a mejorar no sólo la comunicación con esa persona, sino que realmente nos ponen en situación de ayudar a que el otro encuentre sus propias soluciones y sus propias respuestas. Todo esto viene a sugerir lo que nos encontramos frecuentemente en la vida: que, a veces, la mejor forma de ayudar a otro es ayudarnos (primero) a nosotros mismos, asegurándonos de que estamos ahí con la actitud más adecuada, que respetamos nuestro sentir y el de la otra persona, que conocemos sus circunstancias íntimas o al menos las aceptamos; porque todo eso es necesario para realmente dar aliento a otro sin perder nuestra propia respiración... |